La nueva ventaja competitiva y sus incentivos: Economía circular en Latinoamérica.

20 de junio de 2022
autor: Andrés Sanabria

En nuestro planeta existen casos de éxito rotundo, así como notables fracasos con respecto a marcas y/o empresas tratando de cumplir con un compromiso ambiental serio. Desde hace más de dos décadas, la ola de empresas “verdes” o “amigables con el ambiente” ha crecido exponencialmente, unas con miras a mejorar su impacto sobre el ambiente, mientras que otras las explotan los intereses ambientales de sus consumidores sin un verdadero compromiso para proteger el ambiente. Si bien para toda empresa, sobre todo las más tradicionales, es complicado adaptarse a un formato más responsable con el ambiente, ya que supone un incremento importante en gastos sin una seguridad clara en retornos, en este artículo se explora la economía circular como una posible solución a esta coyuntura que frena a algunas empresas y desmantela los intereses de otras. Es por ello que cabe preguntarse: ¿Es el compromiso ambiental una estrategia de mercadeo más? ¿Qué rol puede jugar la economía circular en la construcción de un ambiente empresarial más competitivo y menos destructivo? 

El Boston Consulting Group destaca que las reglas de juego de los mercados internacionales están cambiando. Se estima que entre más medible y transparente sea el impacto ambiental y/o social de una empresa, mejor será su percepción a nivel reputacional, lo que se traduce en mayores ingresos, mejores rendimientos (en el caso de empresas que coticen en bolsa) y reducción de gastos operativos en ciertos rubros, entre otras. De esta forma, se puede afirmar que la economía circular, en tanto que ventaja competitiva, hace que las empresas sean comparadas por su misión, más allá del producto o servicio que ofrecen. 

¿Si representa una ventaja tan importante en el mercado de hoy en día, por qué solamente un puñado de empresas decide acoplarse a la economía circular? El problema es infraestructural. Las estructuras de negocios convencionales son: más fáciles de consolidar, más expandibles en el corto plazo, menos dependientes de certificaciones y documentaciones y más accesibles de gestionar operativamente. Sin embargo, estas facilidades atentan contra el ambiente y el propio bienestar de la empresa en el largo plazo, si decide crecer sostenidamente en el futuro. Por ello, seguidamente, se estudian tres de los incentivos que llevan a las empresas a evolucionar hacia un perfil más competitivo, económicamente más productivo, e involucrado con el entorno. 

La Estrategia Nacional de Economía Circular (Colombia), destaca que uno de los incentivos para empresas y emprendimientos consiste en apoyos para fortalecer sus capacidades para la investigación, financiación y desarrollo, entre otros aspectos. A continuación, se explican tres incentivos que siguen esta definición y que están presentes en América Latina y el Caribe:  

  1. Fondos de impacto  

Para exponer este incentivo tomaremos el ejemplo de Colombia, donde en el año 2020 fue fundado el Consejo Nacional Asesor de Inversión de Impacto (NAB Colombia), un consejo consultivo que trabaja para aumentar el flujo de capital privado en sectores de impacto social y ambiental de forma que se pueda construir una economía más sostenible, tanto financiera como ambientalmente.  

Este Consejo Asesor forma parte del Global Steering Group for Impact Investment (GSG), originario del Reino Unido, el cual involucra a cinco tipos distintos de actores que constituyen el “Ecosistema de Inversión de Impacto” el cual permite el acceso a la inversión por parte de pequeñas, medianas y grandes empresas colombianas. El GSG se centra en el aporte del valor educativo, social y ambiental de estas empresas para impulsar su crecimiento a través del financiamiento, junto con la cooperación de otros organismos multilaterales.  

NAB Colombia, como parte del GSG busca integrar y dar herramientas a todos los actores necesarios para visibilizar las oportunidades de inversión que existen en Colombia para el amplio banco de filántropos e inversionistas del GSG. Todo esto se logra con un riguroso proceso de monitoreo pre y post financiamiento, haciendo seguimiento del impacto que estas empresas tienen en la sociedad antes y después de contar con financiamiento que les permita crecer como negocio y, con ello, ampliar su impacto. 

De esta forma, el sector emprendedor y de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) se ve incentivado a levantar sus propuestas de negocio sobre cimientos respetuosos y constructivos para el planeta.  En América Latina son 11 los países que cuentan con Consejos Asesores miembros del GSG: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Uruguay.  

Pero incluso, sin esperar a un ecosistema de inversión de impacto, grandes empresas han decidido crear grandes iniciativas medioambientales, sabiendo que estas pueden aumentar sus rendimientos.  

  1. Multiplicación de las ganancias

Según el Foro Económico Mundial, el 95% de los plásticos utilizados para envasar (desde envases de comida hasta carcazas para equipos) son descartados de la economía, representando hasta $120 mil millones desperdiciados, o desaprovechados. En este sentido, las empresas cuyos productos o servicios requieran de envasado plástico, han decidido tomar acción de una forma sostenible a nivel financiero y sustentable a nivel ambiental. Este es el caso de Dell, la renombrada empresa de tecnología que asume un nuevo reto de reinvención hacia la economía circular. 

Desde el año 2020, Dell ha estado operando en Argentina, testeando programas de reciclaje y procesando equipos en desuso, aliándose con compañías como Next Wave Plastics para reutilizar piezas plásticas, restaurar otras y entrelazar su cadena de producción de forma más eficiente, integrando el componente de la reutilización. De este modo, no solo podemos evidenciar el crecimiento de una economía más colaborativa, sino, además, una mayor generación de ganancias por medio de la remanufactura, es decir, la reducción de costos en materias primas y manufactura al captar y reutilizar recursos en lugar de desecharlos o “descartarlos”.

Según estimaciones de la Iniciativa Financiera del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (IF PNUMA), hablando concretamente sobre cómo la circularidad en la economía puede subsanar los daños y pérdidas provocados por la pandemia de COVID-19, “Las manufacturas; el vestuario y la moda; tecnología digital; energía, construcción; (…) son espacios en los que se podrían generar ganancias que les permitan a las entidades financieras e inversionistas, mantener sus ingresos con sentido humano y planetario.” Impacto que se evidencia en las estimaciones propias de Dell donde destaca que “Análisis adicionales muestran el beneficio neto de este enfoque de circuito cerrado en términos de capital natural: un beneficio 44 % mayor ($1,3 millones anuales) en comparación con los plásticos vírgenes". En otras palabras, más allá de reducir costos y mejorar su operatividad, Dell previene $1,3 millones anuales en daños medioambientales recuperando el capital natural que el IF-PNUMA menciona en el informe antes mencionado.  

De este caso particular, nos llevamos una gran lección acerca de la reutilización, pero ¿qué pasa si no es posible reutilizar recursos directamente? veámoslo en el último punto.  

  1. Reconocimiento de la restauración 

Uno de los pilares fundamentales de la economía circular, según la célebre Fundación Ellen MacArthur, es la restauración de componentes que ya estén circulando en la economía, en lugar de tener que producirlos desde cero con material virgen. Uno de los grandes problemas actuales para muchas industrias, como la moda, los alimentos y la agricultura, entre otras, es la incapacidad de restaurar el agua que emplean en sus prácticas, pues una vez que el agua limpia es utilizada, se necesita extraer más de fuentes de agua cercanas para su uso. La falta de agua limpia conduce entonces a asumir costos en el traslado de agua limpia, o, aún peor, en el uso de agua contaminada para diversas prácticas. El problema entonces se reduce a ¿cómo regenerar el agua una vez que haya sido utilizada? 

La respuesta se encuentra en  Chile donde se han activado incentivos fiscales para las empresas. Un ejemplo es el “Certificado Azul”, instrumento que las empresas pueden adquirir voluntariamente y con el cual se comprometen a diseñar e instrumentar acciones para mejorar sus procesos y prácticas respecto a las fuentes hídricas, según los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Para lograr esta transformación, en Chile se han diseñado incentivos para lograr que las empresas opten por obtener el certificado. Uno de esos incentivos consiste en que las empresas puedan deducir gastos tributarios de los desembolsos en que deban incurrir para la gestión sustentable del recurso hídrico. Esta medida fue aprobada en febrero de 2021 por el Servicio de Impuestos Internos (SII), lo cual supone un ahorro extensivo en materia de gastos por infraestructuras para las empresas, facilitando mucho más su transición hacia la economía circular en Chile y en Latinoamérica. 

En conclusión, impulsar soluciones amigables con el ambiente requiere análisis, medición y recursos, pero, sobre todo, ingenio. De modo que se pueda determinar cuáles son los objetivos que persiguen ciertas empresas, en qué contextos y bajo cuáles necesidades. De esta manera, se podrán crear incentivos financieros, legislativos y ambientales según aplique y convenga. Porque, al fin y al cabo, el factor clave para crecer como país, industria y empresa, es diferenciarse, es aprovechar la nueva ventaja competitiva que está naciendo.