Titulo

Estado y perspectivas de las relaciones económicas entre
América Latina y el Caribe y Asia-Pacífico
(SP/CL/XXVIII.O/Di Nº 10 - 02)
XXVIII Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano
Caracas, Venezuela
7-9 de abril de 2003
 

 

Autor

Secretaría Permanente del SELA

 

II.     LAS EXPERIENCIAS DE LA CRISIS ASIÁTICA Y LA VULNERABILIDAD FINANCIERA EXTERNA

La crisis financiera asiática se desató a mediados de 1997 en Tailandia. Afectó a los países del Este Asiático en forma generalizada, pero su gravedad, la profundidad de su impacto y el tiempo necesario para superar sus consecuencias varió entre los distintos países de diverso grado de desarrollo. También trajo consecuencias amplias para los países emergentes, pues generó una retracción de los flujos de financiamiento hacia los países en desarrollo y alteraciones sobre las corrientes comerciales de los mismos. Además, tuvo un impacto estructural por amenazar la estabilidad del sistema financiero internacional, y por poner en duda un modelo de desarrollo, que hasta ese momento identificaba a esos países como sus experimentos exitosos, ya que habían alcanzado las mayores tasas de crecimiento.

La gravedad de la crisis asiática, además de golpear al "milagro asiático", puso en tela de juicio las políticas aplicadas por los países afectados y muy especialmente el rol de los organismos financieros internacionales, particularmente del FMI, por su incapacidad para impedir o detectar los síntomas de la crisis, y particularmente, por las recetas impulsadas para tratar de superarla.

Si bien la crisis asiática mostró la vulnerabilidad de todas las economías emergentes, y por ende, tendió a "equilibrar" la relación entre los países en desarrollo del Este Asiático y los países latinoamericanos y caribeños, no se aprovecharon al máximo las posibilidades de cooperación interregional para el manejo de las crisis financieras y desarrollar alternativas comunes para disminuir la vulnerabilidad externa de esas economías. Además, la relativamente rápida mejora de la situación en los países asiáticos y las subsiguientes crisis que han afectado a los países latinoamericanos, primero Brasil y actualmente Argentina, no han favorecido el desarrollo de la cooperación en esta área crucial.

Por otro lado, se alzaron muchas voces para reclamar por transformaciones estructurales al sistema financiero internacional, para alterar el marco regulador de los mercados financieros internacionales con el objetivo de disminuir la vulnerabilidad externa de los países emergentes. En ese sentido se expresaron muchos países y organizaciones de América Latina y el Caribe, como el SELA y la CEPAL, sin embargo, no se produjeron cambios significativos. Ante la aparición de nuevas crisis, en especial el caso argentino -previamente otro "modelo exitoso" y ejemplar -, y las criticas a las políticas aplicadas en nuestra región durante la ultima década, parece conveniente revisar nuevamente las diversas alternativas aplicadas por los países asiáticos para superar la crisis financiera que los afectó desde 1997, en especial el diferente enfoque impulsado por el FMI y por Malasia.

     1. Las políticas aplicadas para superar la crisis asiática
     Los países asiáticos que fueron más profundamente afectados por la crisis fueron Indonesia, Tailandia, Corea, Malasia y Filipinas. Otras economías asiáticas, como Singapur, Hong Kong y Taipei Chino, también se vieron afectadas, pero dada una mayor solidez asociada al grado de desarrollo económico alcanzado, fueron capaces de corregir los desequilibrios macroeconómicos producidos por la crisis en lapsos menores, y por ende, sufrieron un impacto menos traumático.

Por su parte, la República Popular China, constituyó un caso particular, pues gracias a los controles estatales sobre diversas variables macroeconómicas, en particular el tipo de cambio y la cuenta de capitales, le fue posible no sólo superar la crisis sin un mayor impacto sobre su ritmo de crecimiento, sino que también se convirtió en un factor de estabilización regional al mantener estable su tipo de cambio frente a las devaluadas monedas de la región.

En el caso de los países más afectados, es importante analizar las políticas económicas aplicadas para superar la crisis. Corea, Indonesia, Tailandia y Filipinas contaron con el respaldo financiero en gran escala otorgado por la comunidad internacional en el marco de programas respaldados por el FMI, que tuvieron por objetivo restablecer la estabilidad en el mercado financiero, buscando la estabilidad macroeconómica mediante programas de ajuste para superar los desequilibrios y la aplicación de reformas estructurales.

Por su parte, Malasia adopto una vía diferente, no aceptando los planes impulsados por el FMI, sino ejecutando políticas tendientes a restablecer la confianza y el funcionamiento de la economía con el objetivo de minimizar el impacto social de la crisis y recuperar el crecimiento con un rol más activo del Estado. Se caracterizó especialmente por haber impuesto controles al movimiento de capitales, para detener la fuga de divisas durante la crisis, que posteriormente fueron paulatinamente levantados, una vez que los niveles de confianza se fueron restableciendo.

     2. Las políticas impulsadas por el FMI
     La crisis se inició en Tailandia con una serie de ataques especulativos contra la moneda nacional, el baht. Aunque las circunstancias no fueron idénticas en todos los países afectados, las causas principales fueron comunes: el deterioro de la balanza de pagos, la fragilidad del sistema financiero y del sector empresarial y los desequilibrios macroeconómicos, en el marco de mercados financieros globalizados gracias a la libre movilidad de los flujos financieros. Los desequilibrios de balanza de pagos se debieron al abrupto cambio en los flujos de capital privado, que habían financiado altas tasas de inversión privada, y que habían sido impulsadas, previo a la crisis, por la valorización de las monedas nacionales vinculadas a un dólar estadounidense fuerte.

En relación con la fragilidad de los sectores financiero y empresarial, se pueden identificar un conjunto de factores: debilidad de las carteras crediticias de los bancos; alto endeudamiento en divisas extranjeras; exceso de crédito externo a corto plazo, e inversiones riesgosas. Esos factores se habían generado en un entorno de gran afluencia de capital externo privado y una acelerada expansión del crédito interno en sistemas financieros liberalizados. En ese contexto, el cambio en las decisiones de los agentes financieros generó un círculo vicioso de depreciación de la moneda, insolvencia y fuga de capital, que no pudo ser detenido. El contagio se propagó rápidamente en la región tras la devaluación del baht.

Ante la crisis, el FMI negoció acuerdos de préstamo y otorgó respaldo financiero a Corea, Indonesia y Tailandia en el marco de programas de ajuste destinados a restablecer los equilibrios macroeconómicos. También el FMI expandió los paquetes de ayuda que estaban en desarrollo con otros países de la región que estaban enfrentando la crisis, como Filipinas.

La estrategia impulsada por el FMI frente a la crisis tuvo tres componentes principales: financiamiento internacional (del FMI y otras instituciones multilaterales); política macroeconómica restrictiva acompañada del incremento de las tasas de interés, con el objetivo de detener la caída del tipo de cambio, impedir una espiral inflacionaria y una mayor devaluación. Las restricciones de política monetaria se aplicaron durante la primera fase, que se prolongó hasta ir recuperando progresivamente la estabilidad macroeconómica, y posteriormente se redujeron paulatinamente las tasas de interés. Estas acciones fueron acompañadas de medidas de restricción fiscal para reducir el déficit público. Finalmente, se alentó la aplicación de reformas estructurales en el sector financiero y empresarial para sentar las bases de la reanudación del crecimiento económico.

Sin embargo, el lapso necesario para restablecer la confianza fue más prolongado que el esperado en un primer momento. Esto motivó que las medidas restrictivas de política monetaria y del gasto publico contribuyeran a profundizar la recesión y la contracción de la actividad económica: en 1998, el PBI de Corea cayó un 7%, el de Tailandia un 6% y el de Indonesia un 14%.

El FMI dio gran importancia a las reformas estructurales, en particular, en el sector financiero. En Corea, Tailandia e Indonesia los programas siguieron un patrón común: cierre de instituciones financieras insolventes, recapitalización de instituciones financieras con asistencia gubernamental; mayor supervisión y regulación financiera. También la reestructuración de la deuda de las empresas se consideró un componente esencial para restablecer la solidez del sistema financiero. El avance de este componente fue lento en los tres países. Además, se impulsaron otras reformas para dar mayor transparencia en los sectores financiero, empresarial y público, y acciones destinadas a dar mayor eficiencia a los mercados y aumentar la competencia.

Sobre el resultado obtenido por los programas impulsados por el FMI, debe reconocerse que no lograron restablecer la confianza en el corto plazo, ya que el flujo neto negativo de los capitales continuó y las monedas de los países afectados siguieron devaluándose. Según el FMI, esos resultados negativos se produjeron como consecuencia de la inestabilidad de las políticas económicas aplicadas, profundos desequilibrios entre las reservas y la deuda de corto plazo, e incertidumbre sobre los planes de financiamiento oficial (agravados por la inestabilidad política, especialmente en Indonesia). Esta situación de continua salida de capital y devaluación monetaria, profundizaron la recesión en los países en crisis, con la caída abrupta del consumo y la inversión doméstica, al igual que de las importaciones.

Por el contrario, en el caso de Malasia, que aplicó políticas diferentes, el control de la cuenta de capitales detuvo la fuga de capitales, los que se fueron levantando gradualmente ante la recuperación de la estabilidad macroeconómica y del crecimiento económico.

Sin embargo, con los cambios de política macroeconómica y la flexibilización del ajuste, la estabilización financiera y monetaria comenzó a producirse gradualmente. De ese modo se inició un proceso de reducción de las tasas de interés y paulatinamente la actividad económica comenzó a recuperarse, primero en Malasia a principio de 1998, luego en Corea hacia mediados de ese año y luego en los otros países (en Indonesia recién a fines de 1999). No obstante, la tasa de aumento del crédito para el sector privado en la región se mantuvo baja. A partir de 1999, los países asiáticos crecieron a altas tasas (Corea, por ejemplo, superó el 10%).

    3. Lecciones de la crisis
    La experiencia de la crisis asiática mostró debilidades de tipo sistémico, que reclaman nuevos enfoques y medidas por parte de los organismos financieros internacionales y los principales países desarrollados, y también a nivel de los Estados nacionales en los países emergentes. Es claro que es necesario mejorar las medidas de prevención y de alerta temprana, especialmente en relación con la vulnerabilidad del sistema cambiario y financiero. También se identificaron como relevantes las cuestiones referentes al ritmo y secuencia de las medidas de liberalización de la cuenta de capital, particularmente en relación con la solidez del sistema financiero.

En los países asiáticos que subscribieron acuerdos con el FMI se aplicó una política monetaria fuertemente restrictiva, con el objetivo de controlar la inflación y la devaluación de la moneda mediante altas tasas de interés real, lo que profundizó la gravedad de la recesión. Al hacerse evidente una grave contracción en las economías nacionales y el hecho de que el colapso de la demanda privada generaba grandes superávit en cuenta corriente, se flexibilizaron los objetivos establecidos originariamente. También las reformas estructurales impulsadas para restablecer la confianza no avanzaron rápidamente. La experiencia recogida en cuanto a la reestructuración del sector financiero puso de manifiesto, asimismo, la necesidad de garantías estatales para los depósitos bancarios, como se demostró en el caso de Indonesia, frente al peligro de colapso del sistema bancario por el colapso de la confianza.

A pesar del fracaso inicial de las medidas tendientes a controlar la salida de capital, el FMI se opuso a aplicar medidas de control de los movimientos de capital. Pero como la confianza no se restableció rápidamente, fue necesario el apoyo del sector privado para limitar la salida de capital. En Tailandia, el gobierno acordó con los bancos extranjeros que apoyaran financieramente a sus filiales; mientras en Corea los principales acreedores bancarios fueron presionados para que no ejecutaran sus créditos, y en Indonesia se produjo una moratoria de facto del servicio de la deuda externa de las empresas, y más tarde se estableció un marco para la reestructuración de esa deuda. La alternativa fue planteada por Malasia, al aplicar medidas de restricción al movimiento de capitales, que si bien recibió la critica del FMI, permitió afrontar la falta total de confianza, e impidió la salida de capital, ganando tiempo hasta el restablecimiento de la confianza, para luego ir levantando esas restricciones.

A pesar de la gravedad que alcanzó la crisis en estos países, la recuperación económica en la mayoría de los mismos fue finalmente más rápida de lo que preveían muchos observadores. El apoyo financiero externo y la gestión macroeconómica fue clave para reforzar la balanza de pagos, estabilizar los mercados financieros y facilitar la reanudación del crecimiento económico, mientras que las reformas estructurales tomaron más tiempo para su realización y solamente pudieron avanzar una vez superada la etapa de mayor urgencia de la crisis. En este aspecto, los países comenzaron a aplicar importantes reformas estructurales en el sector financiero y empresarial: cerrando, fusionando o recapitalizando bancos y reforzando la supervisión; se desmantelaron monopolios; se redujeron las restricciones a la propiedad extranjera; se incorporaron nuevas prácticas de gestión y transparencia empresaria, y se aprobaron leyes para reforzar la autonomía del banco central, la política de competencia, los procedimientos de quiebra y los mecanismos de lucha contra la corrupción.

Ante la recuperación del crecimiento económico, los países de la región desarrollaron acciones destinadas a consolidar la situación fiscal, reduciendo paulatinamente los déficit presupuestarios, pese al costo de las reformas del sector financiero, mediante la baja de gastos improductivos y reformas al sistema tributario.

En ese segundo período de recuperación se mantuvo el superávit de la balanza de la cuenta corriente, debido al marcado aumento de la competitividad por el mantenimiento de tipos de cambio real inferiores a los existentes a principios de 1997. Esto permitió restablecer gradualmente las reservas internacionales oficiales, con la consiguiente reducción de la vulnerabilidad de los países frente a las perturbaciones externas.

Los países asiáticos, mediante la recuperación de la estabilidad financiera y el avance de reformas estructurales en su sector financiero, empresario y estatal, resurgieron en breve lapso de la profunda crisis que los afectó en 1997 y 1998, recuperando con vigor la senda del crecimiento económico desde 1999.

A continuación se consideraran brevemente los principales desarrollos en cada uno de los países considerados.

     4. Situaciones nacionales

a) Tailandia
La crisis se inició en Tailandia, a mediados de 1997, cuando el baht se vió sometido a una serie de ataques especulativos de creciente gravedad como producto del deterioro de la confianza de los mercados en la economía tailandesa. En agosto de 1997, el FMI otorgó respaldo financiero a ese país. La asistencia bilateral y multilateral dispuesta para Tailandia sumó US$17.200 millones, monto que Tailandia no llegó a utilizar (sólo US$14.100 millones), dada la mejora de su situación económica hacia mediados de 1999.

En las primeras etapas del programa, las autoridades tailandesas buscaron mantener un sistema de flotación administrada del baht, pero la rápida propagación de la crisis asiática, dio lugar a una depreciación monetaria mayor a la prevista y un pronunciado deterioro económico nacional, en el marco de la crisis regional. La gravedad de la situación llevó a la revisión del programa en ejecución, en consulta con el FMI. Se aplicó una política monetaria restrictiva para respaldar la estabilidad cambiaria. Cuando el baht comenzó a estabilizarse, las autoridades redujeron las tasas de interés. En septiembre de 1999, las tasas de interés alcanzaron su nivel más bajo en más de una década.

La desaceleración de la economía en las primeras etapas de la crisis impulsó la modificación de la política fiscal. En la primera etapa se preveía un superávit fiscal equivalente al 1% del PIB para 1997 y 1998, pero a partir de febrero de 1998 se adoptó un objetivo de déficit fiscal para permitir solventar los gastos de la reforma del sistema financiero y un aumento del gasto social para desarrollar programas para los sectores de la población más afectados por la contracción del PBI. El objetivo de consolidación fiscal sólo se incorporó en el mediano plazo, a partir de la superación de la crisis económica.

La reestructuración del sector financiero fue un componente central de la política económica en Tailandia. En las primeras etapas, se avanzó en la liquidación de compañías financieras, la intervención gubernamental en los bancos en situación más débil y la recapitalización del sistema bancario. En 1998 se aceleró el programa de reforma, centrándose la atención en la privatización de bancos intervenidos, la enajenación de activos de las compañías financieras y la reestructuración de deudas de las empresas. También se avanzó en los cambios del marco institucional, a través de la reforma de la ley de quiebras, los procedimientos de ejecución hipotecaria y las restricciones a las inversiones extranjeras.

Ya a fines de 1998 la tasa de crecimiento de la economía de Tailandia volvió a ser positiva, y el crecimiento del PIB superó el 4% en 1999.

b) Corea
Entre los países más afectados por la crisis, Corea se destaca por poseer una economía industrial avanzada. Sin embargo, su sistema financiero no era sólido, como consecuencia de los estrechos vínculos entre bancos y conglomerados empresarios. La pérdida de confianza en el mercado que se produjo en medio de la crisis financiera asiática llevó al país a una situación peligrosamente próxima al agotamiento de sus reservas de divisas. En diciembre de 1997 el FMI otorgó financiamiento para Corea por US$21.000 millones.

El gobierno buscó como principal objetivo para la resolución de la crisis restablecer la confianza y estabilizar los mercados financieros; en segundo lugar procuró impulsar una recuperación sostenida de la economía real. En consecuencia, se aplicó una combinación de medidas macroeconómicas y profundas reformas estructurales. También, a principios de 1998, Corea alcanzó un acuerdo con bancos extranjeros para ampliar el plazo de vencimiento de los créditos contra sus bancos y evitar el incumplimiento de las obligaciones respectivas.

En una primera etapa, de acuerdo con las estrategias impulsadas por el FMI, Corea impulsó un aumento temporal de las tasas de interés para estabilizar el won y evitar una depreciación e inflación descontrolada. Sin embargo, a principios de 1998, el Gobierno aplicó una política macroeconómica más flexible para estimular la economía, adoptando una orientación fiscal expansiva en una etapa temprana del programa, para mitigar el impacto de la abrupta recesión.

También, desde una dimensión política, el Gobierno buscó construir un amplio consenso social para desarrollar consenso para aplicar el ajuste, estableciéndose un acuerdo tripartito entre sindicatos, empresas y el Estado. Las autoridades también reforzaron la red de protección social ampliando el sistema de seguro de desempleo y proporcionando respaldo directo a través de otros programas sociales.

En cuanto a los objetivos de la reforma estructural, se buscó liberalizar la cuenta de capital, reestructurar los sectores financiero y empresarial, flexibilizar el mercado de trabajo y mejorar el sistema de información del sector fiscal, bancario y empresarial. A través de la reestructuración financiera, Corea procuró restablecer la estabilidad del sistema bancario mediante respaldos de liquidez, una garantía general de depósitos temporal, y la liquidación de las instituciones no viables. Otros objetivos del programa de reestructuración fueron avanzar en la solución al problema de los préstamos incobrables, recapitalizar los bancos y reforzar el marco institucional, mediante la adopción de mecanismos de regulación y supervisión de acuerdo con las prácticas internacionales.

Inicialmente, la labor encaminada a reestructurar las empresas se centró en el mejoramiento de la política de gestión, la transparencia y la política de competencia. Posteriormente, se dirigió la atención a la reestructuración financiera y operativa de los conglomerados, a los efectos de reducir el nivel de deuda y reforzar la estructura del capital de las mismas.

En el marco de la sólida recuperación de Corea a partir de 1999 (10,7% crecimiento del PBI), se estabilizó la balanza de pagos, se restablecieron las reservas, se redujo el déficit fiscal y se avanzó más claramente en la reforma del sector financiero y empresarial. Incluso, Corea llegó a rembolsar con anticipación parte de los fondos recibidos del FMI, y disminuyó su deuda externa un 20% en tres años (de US$ 158.000 millones en 1997 a menos de 130.000 millones en 2000, equivalente a un 27% del PBI).

c) Indonesia
La crisis desatada por la flotación del baht tailandés en julio de 1997 impactó rápidamente sobre la rupia de Indonesia, dadas las debilidades del sector financiero y la magnitud de la deuda externa de corto plazo del país. Después de haber abandonado el tipo de cambio fijo, ya a principios de octubre la rupia se había devaluado un 30%. En noviembre de 1997, el Gobierno de Indonesia firmó un acuerdo con el FMI por US$10.000 millones. También se comprometieron a aportar grandes sumas otras instituciones multilaterales (US$8.000 millones) y donantes bilaterales (US$18.000 millones). Aunque inicialmente la rupia aumentó de valor, en enero de 1998, como producto de la crisis bancaria, continuó la devaluación de la moneda y la inestabilidad económica y política. Durante los primeros siete meses de 1998, el tipo de cambio de la rupia cayó aproximadamente 65%. La destrucción de la confianza provocó una profunda inestabilidad financiera y el colapso económico, que generaron muy graves repercusiones sociales y políticas.

En agosto de 1998, en un acuerdo ampliado con el Fondo se estipuló un nuevo programa de reforma. Con el objetivo de controlar la inflación se estableció como ancla del programa el control de la emisión monetaria y se buscó restablecer la seguridad alimentaria, estabilizando especialmente el precio del arroz. A pesar de los avances en el control de la inflación y la estabilización monetaria, se produjeron desfases en la reestructuración de bancos y empresas, y en otras variables, por lo cual se llegó a la suspensión del programa del FMI en septiembre de 1999. Finalmente, el nuevo gobierno de Indonesia negoció con el FMI otro acuerdo en febrero de 2000 para establecer un marco macroeconómico que permitiera el crecimiento económico y avanzar en la reestructuración de los bancos y las empresas.

No cabe duda que el caso de Indonesia constituye el país que sufrió más profundamente el impacto de la crisis. No sólo registró la contracción más pronunciada del PBI (-14,2% en 1998, con una inflación de 65%), sino que a diferencia de otros países de la región, el período de su recuperación fue más prolongado, y recién reinició un crecimiento moderado hacia fines de 1999. Su déficit fiscal continuó creciendo (-1,1 en 1997 y -4,8 en 2000) y si bien su deuda ha permanecido en valores aproximados a los 150.000 millones, su relación con el PBI disminuyó del 163% en 1997 al 87% en 1999.

Además, como característica más significativa, hay que destacar que la profundidad de la crisis económica y social en tan poblado país, trajo aparejada una gran inestabilidad política, que produjo la caída del Gobierno de Suharto, después de tres décadas en el poder, y el recambio del gobierno que le sucedió por la vía eleccionaria antes de los dos años.

d) Filipinas
La crisis financiera que afectó a los países de Asia en el segundo semestre de 1997 también se propagó a Filipinas. Sin embargo, su situación y respuestas difieren un tanto de las de otros países, a pesar que la crisis presentó inicialmente características similares a las registradas en Corea, Indonesia y Tailandia: deterioro de la confianza de los inversionistas que provocó una salida de capital en gran escala, la disminución de las reservas, el colapso del mercado de valores y una pronunciada devaluación de la moneda.

Filipinas, desde finales de la década de los ochenta había iniciado, con el respaldo del FMI, un programa de ajuste macroeconómico y reformas estructurales, que la colocaron en una situación mas sólida para capear la crisis a un costo relativamente menor. En la segunda mitad de 1997, como respuesta a la crisis, el Gobierno de Filipinas modificó su política económica adoptando la flotación del peso y una política monetaria más restrictiva. A mediados de 1998, al lograrse la estabilización, se flexibilizó la política fiscal y la política monetaria. En Filipinas, la evolución económica fue favorable, con crecimiento del PIB en 1999 (3,25%), mientras la tasa de interés se redujo a valores inferiores a los anteriores a la crisis y las reservas cambiarias aumentaron a niveles satisfactorios. El superávit en cuenta corriente creció hasta el 9% del PBI en 1999 y se reforzaron los balances bancarios. Durante el período de recuperación se toleró el incremento del déficit fiscal, pero a partir del 2000 se impulsó un proceso de consolidación para reducir la deuda pública.

e) Malasia
La crisis asiática impactó rápidamente sobre Malasia, generando huida de capitales, caída de las reservas y devaluación monetaria. Malasia se vio afectada por la estampida de los inversores internacionales de los mercados asiáticos, a pesar que sus variables macroeconómicas eran comparativamente más estables que la de los restantes países en crisis, especialmente en relación con sus niveles de endeudamiento externo, inflación, tasa de ahorro y el déficit fiscal. Sin embargo existían problemas de asignación de recursos en el sistema bancario y el sector empresarial que los hacían vulnerables a una crisis de confianza como la ocurrida.

El Gobierno Malayo decidió emprender un camino propio y criticó con dureza al FMI y a las políticas de ajuste que impulsó en la región. Como medida más claramente diferenciada, se impusieron controles de capital en septiembre de 1998 para detener su salida, en la medida que otras medidas de tipo monetario o cambiario -como las impulsadas por el FMI-, no habían conseguido estabilizar la moneda ni detener la fuga masiva del capital del país y la región. Estos controles detuvieron la salida de capital y esto fue muy importante para permitirle al gobierno estabilidad económica interna y adoptar medidas que reactivaran la economía, como el descenso de las tasas de interés.


El sistema de control aplicado estableció plazos y limitaciones en forma selectiva, requiriendo un período de mantenimiento mínimo de un año para las inversiones de capital. En 1998, la inversión extranjera directa mantuvo bajos niveles similares a 1997, pero mostró una mejoría marginal y creció en 1999. Por su parte, la inversión de corto plazo tuvo una salida neta negativa en 1998. Sin embargo, en 1999, en la medida que se fueron flexibilizando los controles -fueron reemplazados por un sistema de gravámenes crecientes al capital expatriado en febrero y liberalizados en septiembre- se registró un balance positivo del movimiento de la cuenta de capitales. Estas medidas se adoptaron ante una mayor estabilidad macroeconómica y la recuperación del crecimiento a partir del primer trimestre de 1998.

Los controles selectivos al capital adoptados por Malasia fueron causados por la inestabilidad extrema producida por la crisis, y tuvieron por objetivos estabilizar la tasa de cambio y recuperar la potestad de ejecutar una política monetaria. Sirvió para restablecer la confianza y alentar la recuperación de la actividad económica, gracias a medidas complementarias destinadas a reducir la tasa de interés.

A pesar de las fuertes criticas del FMI, la aplicación de controles al capital por parte de Malasia contribuyó a recuperar la estabilidad económica, reconociendo que fue una medida excepcional y temporal aplicada para poder superar la crisis. Estas medidas fueron adoptadas en el marco de una gestión macroeconómica equilibrada, con un control adecuado de la emisión monetaria (la oferta de moneda creció 2,7% en 1998, frente al 18,5% producido en 1997), y el financiamiento del sector público a través de la recaudación y deuda. Estas medidas impulsaron el restablecimiento de la confianza en la economía malaya y fueron acompañadas por políticas tendientes a impulsar la reestructuración financiera y empresaria.

Las políticas aplicadas en Malasia para superar la crisis tuvieron por objetivos reducir las tasas de interés y generar déficit fiscales manejables para inyectar fondos destinados a la reactivación económica, y avanzar paralelamente en las medidas de reestructuración. Para hacer esto posible era necesario estabilizar la moneda, y para ello, se consideró indispensable imponer controles selectivos y temporales para detener la fuga de divisas. El paso seguido por Malasia contrasta con las acciones impulsadas por el FMI, de ajuste fiscal y macroeconómico, las que generaron consecuentemente el incremento de las tasas de interés y la profundización de la recesión. Las revisiones que el propio Fondo tuvo que aplicar, flexibilizando los planes de ajuste del gasto público y adoptando medidas tendiente a reducir la tasa de interés, subrayan positivamente la opción aplicada por Malasia.

 


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