Titulo Vivir del Norte
Perfil sociodemográfico de los hogares perceptores de remesas
en una región de alta emigración

Autor Dr. Alejandro I. Canales
Dpto. Estudios Regionales
Universidad de Guadalajara


Características del Hogar

Un primer punto de diferenciación entre los hogares según su condición de percepción de remesas, dice relación con el Tipo de Arreglo Residencial que prevalece en cada hogar. Al respecto, resulta relevante comprobar que la percepción de remesas parece ser mayor en los hogares unipersonales y aquellos compuestos por más de un núcleo familiar básico (Jefe, Esposo/a, e Hijos/as), y menor en los hogares nucleares. En los dos primeros casos, el parámetro Bi es estadísticamente mayor que cero, lo que indica que la propensión para percibir remesas es mayor en los hogares unipersonales y compuestos, respecto a los hogares nucleares.

Este es un dato que ya ha sido señalado por otros autores (Lozano, 2001), y que guarda relación con el posible papel de las remesas en las recomposiciones familiares ante el fenómeno de la migración. En efecto, no es raro que ante la migración del jefe de hogar, el resto del núcleo familiar conforme una estrategia que implique la conformación de hogares extensos y ampliados (Woo, 2001). Lo interesante en este caso, es que también en los hogares unipersonales hay una mayor propensión a percibir remesas respecto a los hogares nucleares. Este resultado es consistente con lo observado durante el trabajo de campo, cuando pudimos detectar un número importante de hogares formados por personas de edad que viven solos y que dependen para su sobrevivencia del envío de remesas que les hacen sus hijos desde los Estados Unidos. En realidad, aunque son hogares unipersonales, hay que entenderlos en el marco de la conformación de familias transnacionales.

Una segunda característica que permite identificar a los hogares perceptores, se refiere a su composición interna, en particular, a la Presencia de Niños dentro del hogar. De hecho, la presencia de niños permite suponer que existen demandas y necesidades específicas (educación y salud de los niños) que podrían motivar el envío de remesas por parte de parientes o de miembros del hogar en Estados Unidos. En este sentido, el modelo permite confirmar esta hipótesis, al indicar que habría evidencia estadísticamente significativa para afirmar que los hogares con niños menores de 12 años tienen una mayor propensión a ser perceptores de remesas.

Este es un hallazgo interesante, pues a simple vista los datos no son concluyentes. En efecto, el 46% de los hogares con niños menores son perceptores de remesas, proporción que es muy similar a la que prevalece en el caso de los hogares sin niños. Esto es, a simple vista la presencia de niños no parece implicar ninguna diferencia substantiva entre los hogares. No obstante, los resultados del modelo logístico nos permiten afirmar que al considerar conjuntamente las demás características de los hogares, sí hay una mayor propensión a percibir remesas en aquellos hogares que tienen niños menores de 12 años.

Un tercer aspecto de los hogares que el modelo señala como relevante, dice relación con la participación de cada hogar en el proceso social de la migración, en concreto, con el capital social que cada hogar dispone con relación a la migración y envío de remesas. En este caso, el modelo nos señala un patrón de diferenciación muy claro, consistente y estadísticamente muy significativo. En particular, indica que en los hogares que tienen mayores y más estrechos lazos y vínculos con el proceso migratorio y las comunidades de migrantes en Estados Unidos, hay una mayor propensión a recibir remesas que en cualquier otro tipo de hogares.

Asimismo, el modelo nos permite inferir que el aspecto del capital social de la migración que es estadísticamente relevante en términos del envío y percepción de remesas, es la presencia de familiares que alguna vez fueron miembros del hogar y que actualmente tienen su residencia habitual en los Estados Unidos. La presencia de familiares del jefe del hogar, pero que eran externos al hogar de origen, no es condición suficiente para asegurar el envío y percepción de remesas. En efecto, el modelo logístico nos indica que respecto a la condición de percepción de remesas, no hay diferencias estadísticamente significativas entre los hogares sin redes migratorias y aquellos que sólo cuentan con familiares del jefe de hogar en Estados Unidos. De esta forma, podemos afirmar que para que un hogar sea perceptor de remesas no basta con que participe de las redes familiares y comunitarias que configuran el proceso social de la migración. Es necesario también, que el hogar tenga relaciones directas con las comunidades de destino, a través de la emigración de alguno de sus miembros.


Características de la Vivienda

Si consideramos que una fracción importante de las remesas se orienta a la construcción y/o remodelación de las viviendas, así como a la adquisición de diversos artefactos y bienes domésticos (TV, muebles, electrodomésticos, entre otros), entonces las condiciones y características de las viviendas pueden ser un buen factor de diferenciación de los hogares según su condición de percepción de remesas. Dos hipótesis apuntan en tal dirección. Por un lado, las remesas más que orientarse a un proceso de ahorro-inversión, se destinan a mejorar el nivel de vida en los hogares, en particular, a la adquisición de bienes y servicios domésticos que dan cuenta de un mayor nivel de bienestar (Canales, 2002a). Por otro lado, la estancia recurrente en Estados Unidos, genera un efecto demostración en cuanto a los patrones de gasto y consumo, que se traslada a las comunidades y hogares de origen. De esta forma, podemos esperar que las remesas se destinen en gran medida, a financiar el gasto en bienes y servicios "modernos", que mejoran las condiciones de vida de los hogares en las comunidades de origen. Si ello es así, es esperable entonces que hubiese cierta diferenciación en cuanto a las condiciones de la vivienda y servicios y bienes de que disponen los hogares, en función de su condición de percepción de remesas.

En tal sentido, un primer punto de diferenciación se refiera a la situación legal de la vivienda. En particular, se observa que cuando la vivienda es propia y está completamente pagada, o es prestada y por tanto no exige una erogación monetaria o en especie, la propensión para percibir remesas es significativamente menor que cuando la vivienda o es rentada o se está pagando su hipoteca. En efecto, en los dos primeros casos, el parámetro B es significativamente menor que cero, lo que indica que habría evidencia estadística suficiente para afirmar que en ambos casos, se trata de hogares menos propensos a percibir remesas con relación a los hogares que aún están pagando una hipoteca o el alquiler de la vivienda que habitan. Esta diferenciación puede deberse a que efectivamente, un uso de las remesas es el financiamiento de la vivienda. Por lo mismo, cuando ya se ha cumplido y la vivienda está completamente pagada, el flujo de remesas tendería a reducirse.

Un segundo aspecto dice relación con la dotación de bienes materiales dentro de la vivienda, para lo cual hemos construido un "índice de riqueza", el cual incluye la posesión de distintos bienes y artefactos domésticos, como TV, radio, teléfono, auto, refrigerador, lavadora, Cable TV, computadora, entre otros. Al respecto, de acuerdo a los datos proporcionados por el modelo, podemos concluir que con relación a la percepción de remesas, no parecen haber diferencias significativas entre los hogares más ricos y los más pobres. Sin embargo, en los hogares con niveles medios de "riqueza" la percepción de remesas resulta ser mayor que en los hogares con bajos niveles de riqueza material.

Pudiera ser que se trata de hogares en proceso de ascenso económico (en términos de un mayor y diversificado gasto de consumo, y por tanto, un mayor nivel de bienestar), y en donde las remesas adquieren un rol preponderante para impulsar y sostener dicho mejoramiento en las condiciones de vida y consumo en los hogares. En este sentido, si consideramos que los hogares de reciente formación son los que por lo general disponen de una menor cantidad de bienes materiales, es posible suponer que en un plazo razonable se incorporen al proceso migratorio como una forma de obtener los recursos económicos necesarios para iniciar un proceso de acumulación de bienes y artefactos domésticos. De hecho, en entrevistas durante el trabajo de campo, los migrantes nos decían que esa era una de las estrategias más usadas por las parejas y hogares recién formados.

Un tercer aspecto se refiere a las condiciones de la vivienda. Para ello, hemos construido un índice de habitabilidad que considera distintos aspectos de la vivienda: tipo de pisos y techos, excusado, drenaje, disponibilidad de agua, luz, y otros servicios públicos, y nivel de hacinamiento. Resulta interesante que en este caso, los hogares con muy malas condiciones de habitabilidad tienen una mayor propensión a percibir remesas que los hogares de niveles medios y buenos, aunque no parecen diferenciarse respecto a los hogares con muy altos niveles de habitabilidad. En este sentido, respecto a las condiciones de habitabilidad de la vivienda, se da la situación inversa de la que hemos descrito al analizar los niveles de riqueza del hogar. Son los hogares ubicados en las condiciones extremas, ya sea o muy buenas o muy malas, quienes tienen mayor propensión a percibir remesas.

En el primer caso, puede asumirse que las malas condiciones de habitabilidad de la vivienda presionan para demandar más recursos de los familiares y miembros del hogar que residen en Estados Unidos. En el segundo caso, la relación sería la inversa. Esto es, que el flujo de remesas habría permitido el mejoramiento en las condiciones de habitabilidad de las viviendas. Ahora bien, aunque se trata de conjeturas que sólo pueden ser verificadas con base en análisis longitudinales, no es raro encontrar que en comunidades de alta incidencia migratoria las remesas se destinen entre otras cosas, a financiar obras de remodelación, ampliación y mejoramiento de las condiciones de la vivienda (Fletcher, 1999).